Me desperté rasguñando en mi funeral,
enterrándome,
con las uñas arrastrando la tierra
y tragándome el asma,
cerrando los ojos negros,
llenos de lágrimas,
ahorcándome la angustia,
hasta desangrar por la boca
y escupir los coágulos,
arrancándolos de mi garganta
con mis propias manos,
purgando con los dedos
la sien,
para calmarme
viéndote morir